viernes, 3 de febrero de 2012

Cave of Forgotten Dreams (2010), de Werner Werzog


El origen

Werner Herzog continúa su producción documental para ofrecernos esta bellísima reflexión sobre el hombre, la memoria y nuestra identidad.


Utilizando como punto de partida el hallazgo de una cueva que contenía impresionantes creaciones humanas, que databan de treinta mil años A.C., el alemán discurre sobre la memoria ancestral y primordial del hombre. Al igual que Alain Resnais en Nuit et brouillard (1965), Herzog apunta a la memoria común del ser humano, nuestro pasado e historia, a través de un relato poético que anima y vivifica un espacio poblado de huellas, fantasías y vestigios de la antigüedad.
Herzog nos encanta a partir de la magia de las imágenes y relatos que ofrece. Nos invita a ingresar a un mundo fantástico y, tras cruzar el umbral natural que el arco representa, abrir nuestra mente para abandonar la cosmovisión imperante y abrazar una perspectiva holista que nos permita comprender y reconocer(nos) en las imágenes, grabados y escrituras el deseo de expresión que nos hermana con nuestros antepasados.
La cámara, el equipo de filmación y los investigadores nos acompañan. No pueden ocultarse –aunque quisieran-, poniendo en evidencia el artificio y la construcción del relato. No por ello deja de fascinarnos y encantarnos. No por ello nos distanciamos.
Recorremos junto a ellos aquel territorio mágico, para interpretar la vida, costumbres y cultura de los hombres que una vez soñaron y vibraron entre las sombras.

Se trata de un documental que se aleja del modelo explicativo, puesto que genera más interrogantes que los que devela. Herzog, lejos de encarnar la voz de Dios (típica del documental tradicional) toma el lugar del hombre moderno fascinado, al igual que los espectadores, por la creación humana y los misterios que la rodean. Imagina múltiples escenarios sobre lo acontecido e incluso se arriesga a conjeturar el porvenir, aplicando la lógica de la transformación y permeabilidad –matrices de la cultura ancestral- entre los seres vivos; entre el hombre y los animales; dentro de la naturaleza.

Retornamos al origen, olvidando, solo por un rato, el largo camino que hemos recorrido desde entonces.
Los latidos nos rodean y cobijan; se confunden con los propios; se acoplan a los de otro. Esa ubicuidad ¿representa la hermandad de la humanidad o la soledad propia de la era contemporánea?

Cada espectador deberá indagar en la profundidad de sí mismo para resolverlo.

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