sábado, 30 de julio de 2011

Igualita a mí (2010), de Diego Kaplan

Parecida a otras

La nueva película de Diego Kaplan se despliega como una típica comedia familiar, plagada de motivos sentimentales y familiares. Por un lado, no puede obviarse la falta de originalidad del film, que se sostiene a partir de seguir al pie de la letra las convenciones y clichés del género. Sin embargo, consigue erigirse como una oferta decente para espectadores que deseen pasar un buen rato, justamente divertidos y entretenidos.

Fredy (Adrián Suar) es el prototipo del playboy. Tiene 41 años, aunque no lo reconoce, es mentiroso – el típico “chanta”-, desinteresado y frívolo. Disfruta de su vida de soltero saliendo todas las noches al boliche de moda, bailando descontroladamente y seduciendo a jovencitas. La primera escena del film nos muestra a Fredy de joven encantando a una chica de su edad, con una frase que se convertirá en su muletilla, “quisiera que esta noche no se terminara nunca”. A continuación, su vida actual se desarrolla frente a nuestros ojos, sin grandes cambios, con una agitada vida social y amorosa.
De pronto, aparece Aylín (Florencia Bertotti), una jovencita que le habla en plena pista de baile y que acepta la invitación de ir a su casa. Una vez allí, Aylín se presenta y explica el motivo de su estadía en Buenos Aires - es oriunda de El Bolsón-: está buscando a su padre. En este punto, todos comprendemos la situación, con excepción del personaje de Suar, que únicamente empeña sus fuerzas en construir artilugios para besarla. Si bien resta conocer el resultado del análisis de paternidad, el espectador advierte de inmediato el verdadero vínculo que entre ellos existe – de otro modo no podría continuarse la narración.
Lo que prosigue es igualmente predecible: Fredy rechaza a Aylín porque no puede renunciar a su libertad y a su vida egoísta; aunque ella sólo se aleja lo suficiente para hacerle notar que aquello ya no es posible. Más tarde, ambos construyen una relación de mayor profundidad, que será puesta en peligro por las mentiras de Fredy. Aylín amenaza con volver a El Bolsón y su padre acepta la partida.
Como es de esperarse, Fredy recapacita y madura repentinamente -¡justo a tiempo!-, reconociendo la necesidad de compartir su vida con Aylín y el nuevo integrante de la familia, un nieto que nunca estuvo en sus planes.
El final feliz no se hace esperar y presenta una familia unida, un padre orgulloso y un abuelo que se deshace al contemplar a su nieta. Fredy ha madurado.

Como vemos, Igualita a mi no propone una reflexión muy profunda sobre la madurez o la paternidad. Se trata de una simple excusa para permitirnos reír al observar un adulto ridículo que niega el paso del tiempo, intentado permanecer en la adolescencia; y emocionarnos al reconocer la necesidad de generar vínculos verdaderos y profundos.
Suar construye un personaje más irrisorio que gracioso y cuesta un poco creerlo como un galán, un triunfador con las veinteañeras. Se trata de un personaje que interpretó en numerosas oportunidades (Un novio para mi mujer, Apariencias) y que conocemos bien –probablemente es lo que mejor hace-. Lo mismo puede decirse de la reiterativa interpretación de Florencia Bertotti, calcada de su personaje en las tiras Floricienta, Niní y Son amores.

Más allá de las cuestiones señaladas, la película de Kaplan cumple con sus objetivos: construir un relato gracioso y pasatista; que conmueve y sostiene los valores tradicionales de la familia. Sería equivocado exigirle una profundidad que no pretende alcanzar. Si bien peca de caer en una enorme cantidad de lugares comunes, podemos asegurar que cumple su cometido.

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