miércoles, 27 de julio de 2011

Cabeza de pescado (2010), de July Massacceci


Sin futuro

El film obtuvo 6 premios en el V Festival de Cine Inusual (2009) en las categorías de mejor largometraje, mejor dirección, mejor guión (Fernando Barrientos y Edgardo Sosa), edición (Rafael Menéndez), mejor actor (Martín Pavlovsky) y actriz (Ingrid Pelicori).
Cine inusual es una categoría que le cabe bien a esta película, que resulta tan difícil de encuadrar en un género clásico. Se trata más bien de una combinación entre ciencia ficción y melodrama. Del melodrama se utiliza la fórmula de la pareja imposible, que a pesar de amarse con locura, debe sortear numerosos obstáculos para hallar la felicidad juntos. De la ciencia ficción toma el marco temporal y espacial alternativo, ajeno al nuestro, que construye un verosímil que permite incluir aspectos de la (ir) realidad que de otra forma no serían posibles -como las mutaciones en los niños-.
Entonces, nos encontramos un relato de amor entre dos personas, Rosie y Calvino enmarcada por un mundo deteriorado y trastornado. La historia de Calvino, un taxidermista que trabaja para el Ministerio, se desarrolla dentro de una casa oscura y lúgubre, en compañía de su mujer Stella -drogadicta y depresiva- y su suegra -una anciana que sólo ve la televisión y actúa como autómata. Su hijo, Nino, enfermó hace unos años -contrajo un virus- y comenzó a mutar, a transformarse en un monstruo, irremediablemente. La vida de Calvino transcurre entre la monotonía de su taller -donde él es creador de deformaciones y mutaciones- y su casa; hasta que Rosie aparece. Ella representa la frescura, la alegría; todo aquello que Calvino necesita. Abraza la vida con entusiasmo, a pesar de convivir con un alcohólico golpeador, describe la profesión de Calvino como “mágica” y destila felicidad e inocencia. Calvino siente que ha encontrado el camino de la dicha y debe proseguirlo a toda costa.
En este punto, sus planes comienzan a fallar. La intervención de sujetos sospechosos –como Mirko, organizador de las peleas de niños mutantes, kids killers-, la droga green y la desesperación enturbiaran el destino de la pareja. La ilegalidad será el marco para su desenlace.
Resulta imposible, si no fuera por reconocer las locaciones, situar temporo-espacialmente la historia. La directora explica que se trata de futuro cercano, pero verdaderamente, nada en el film nos otorga la pauta para confirmarlo. Más bien se construye un espacio otro, desconocido y atemporal. El uso del blanco y negro colabora para aumentar la distancia que existe entre aquél universo fantástico y el nuestro. Podemos identificar ciertos lugares, pero se encuentran trastocados de forma tal, que no podemos reconocerlos como familiares. Se genera un extrañamiento, a la manera freudiana, donde aquello que nos resulta familiar y conocido, de pronto se revela extraño y amenazante. La banda de sonido contribuye a generar constantemente esa intranquilidad e inquietud a partir de los ruidos y las melodías que acompañan cada escena.
El trabajo con el fuera de campo resulta un acierto, porque construye los aspectos anormales del relato desde los sonidos -sean los diálogos, gritos o ruidos extraños- junto a planos muy cerrados y fragmentados. De esta manera, el suspense se sostiene y se genera en el espectador la incertidumbre frente a lo que sucede. Asimismo, el no escoger un género, acogiendo todas sus reglas, niega la predicción.
La propuesta de July Massacceci resulta novedosa y, como los protagonistas del proyecto aciertan en definir, arriesgada. Fusionar dos géneros disímiles como los mencionados, no resulta tarea fácil. Igualmente, continuar una tradición de un género vituperado en el cine argentino, la ciencia ficción, constituye de por sí un riesgo.
Puede pensarse la opera prima de Massacceci como un híbrido genérico, un relato mutado e incierto en muchos aspectos. Ella nos permite espiar un futuro en decadencia; una ciudad en ruinas; una moralidad corrupta.
Si bien se trata de una idea poco común y un tanto desquiciada, sería interesante que el film no se exhiba únicamente para ser devorado por los fanáticos del género, cinéfilos “inusuales”, sino que pueda atraer al público en general.

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