miércoles, 27 de julio de 2011

Apuntes para una biografía imaginaria (2010), de Edgardo Cozarinsky


Retrato de un poeta

Resulta complejo elaborar una narración objetiva y racional a partir del último film de Edgardo Cozarinsky. Construir una totalidad a partir de las pequeñas piezas que nos ofrece, parece imposible. Se trata de un trabajo sumamente personal, subjetivo; de un enorme poder emotivo. El mayor logro del relato es el poder evocador de cada imagen, de las palabras, la poesía que entre ellas se conforma; las melodías que las transitan. Cada imagen despierta montones en nuestra mente; nos remiten a un universo plagado de recuerdos y de una imponente densidad afectiva.
La memoria, el pasado y la historia son los ejes centrales de esta narración fragmentada. A eso alude el título. La idea de biografía nos refiere a la historia de un pasado, de una vida. El film presta cuerpo a los recuerdos de Cozarinsky; a los acontecimientos que marcaron y dieron forma a su vida. El cruce entre pasado y presente de China, el nazismo, el encuentro entre estadounidenses y rusos; el tango; la ciudad de Buenos Aires; Retiro; Cromañón… se trata de acontecimientos que marcaron su vida y nuestra Historia. De esta forma, se construye el relato a partir de la contigüidad, evadiendo la linealidad de la narración cinematográfica clásica.
El concepto de apuntes se refiere a un tipo de escritura (cinematográfica) definida por la fragmentación, la desintegración; un boceto de relato. Las imágenes se acumulan, se encadenan a partir de la ilación que cada espectador establece. Cada uno construye imaginariamente la biografía propia y ajena. Semejante es el poder de la obra de Cozarinsky.
La vida y la muerte son los tópicos que atraviesan el relato. Los recuerdos y la nostalgia. No enfocado desde una mirada trágica, sino consciente y madura. El desenlace se conoce ineludible. Las escenas del rio, omnipresentes en el relato, refieren al paso del tiempo, al fluir de una vida. Muchos personajes -fallecidos–vivos para el autor- transitan por los relatos que se escenifican.

Las imágenes de archivo (increíble found footage) se alternan junto a primeros planos de diversos actores (Lautaro Delgado, Gonzalo Heredia, Rafael Ferro, entre otros) cargados de una enorme densidad expresiva. Miradas perdidas y encontradas; tristezas y melancolías; penas y soledades. Luz de cuerpos se titula; verdaderamente, la luz irradia de aquellos rostros silenciosos y reveladores.
Los subtítulos encuadran cada fragmento, otorgándoles una coherencia. Cada uno representa un capítulo dentro de la biografía imaginaria que constituye el film. En Reciclajes, Cozarinsky regresa a su documental Citizen Langlois (1994) para “reciclar” ciertas imágenes (en su totalidad, el film resulta un gran “reciclaje”): el material fílmico transformado en pomada y esmalte de uñas; la actriz que se adoró en el pasado, consumida. A continuación, el cabello se convierte en alfombras y sacos. De esta manera, Cozarinsky equipara ambas secuencias: el cine y el cabello. Entre ellas parece originarse un punto de coincidencia: la muerte (nuevamente). La película derretida señala su extinción; el cabello acumulado inevitablemente nos remite al nazismo.

La música de Ulises Conti resulta impecable. Alcanza a impresionar nuestra nota más sensible. Resignifica las imágenes y sensibiliza nuestra percepción. Demuestra su condición de gran compositor, al construir para cada imagen la melodía justa; a la perfección.

Tarea harto difícil hablar de este film fríamente, desde cierta distancia. La obra de Cozarinsky emociona al espectador; lo estremece. Se trata de imágenes personales que alcanzan el estatuto universal para conmover a cualquiera, evocando en su interior aquello que resulta significativo en cada uno.
El autorretrato de Cozarinsky nos alcanza y nos envuelve. Su identidad se construye poco a poco, a partir de la suma de cada fragmento. Sinécdoque absoluta: reconstruir una vida a partir de sus partes.

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